Este post lo escribo a propósito de todas las veces que he visto cómo se hace cada vez más común que los amigos y socios que antes solían ser una especie de “corronchos” empiezan a alejarse a medida que transcurren los años.
No es que esté en contra de eso y hasta me resulta lógico, porque es perfectamente entendible que las personas con el pasar del tiempo se dediquen a diferentes actividades, estudien, se casen, tengan hijos, se divorcien, emigren…
En lo que no estoy de acuerdo es que en muchas ocasiones, basta tan solo con que algunos de tus “amigos y socios” se enteren que tu suerte dio algún giro inesperado y bien sea por tu esfuerzo o por “cosas del destino” estés en alguna mejor posición económica para que de la nada los tengas nuevamente “a pedir de boca”.
Quizás piensen que estoy exagerando, pero la verdad es que muchas veces las amistades solo dependen de lo que tienes, porque si estás en la carraplana: “Si te he visto, no me acuerdo”.
Yo siempre he pensado que los amigos verdaderos se miden en situaciones extremas: un hospital, la pobreza y la cárcel, pero es más fácil verlos si en tu casa estás haciendo una parrilla de lomito y la estás acompañando con una caja de cervezas bien frías (cosas que por la situación económica del país en el que vivimos, son técnicamente un manjar de los dioses).
Pero no nos distraigamos, en este post quiero hablar de los amigos, pero también de los socios. Sí, esos “panas” que algún día se te ocurrió considerar para emprender juntos el camino del éxito.
Ojo, no quiero que me malinterpreten, ni quiero decir que el 100% de las personas actúan de esta manera, pero hablo por mi experiencia y por experiencias familiares muy cercanas en las cuales éstas relaciones terminaron siendo un terrible fracaso.
Y no me refiero sólo al hecho de que las sociedades no continuaron, sino que peor aún, la amistad se vio fracturada al punto de terminar en una guerra de esas parecidas a “Paredes contra Sarmiento”.
La verdad es que muchas de las veces estas cosas pasan porque, en la euforia de querer tener el negocio de nuestros sueños, no nos damos el tiempo de evaluar con claridad los pros y los contras que tendrá el hecho de invitar a uno o a varios de nuestros amigos a nuestro nuevo plan de vida.
Es bastante común ver que cuando todo arranca, los involucrados se sienten más comprometidos que Lady D con el príncipe Carlos, pero basta algún pequeño tropiezo para que esos lazos empiecen a desarmarse.
¿No les ha pasado que cuando todo marcha viento en popa los involucrados y la gente alrededor vitorean a todo gañote cada nuevo triunfo?
Pero, ¿qué pasa cuando la realidad es otra y tus socios deben desembolsar más de lo que ganan? Es ahí donde empiezan a evidenciarse muchas cosas, la primera, que por la plata baila el mono, y la segunda, que cuando las cosas van mal, ya no quieren ser más parte del fracaso y en el peor de los casos, ni siquiera tus amigos.
Sí, ya sé que pareciera una situación de esas de colegio, pero ¿sabes por qué sucede así? Porque a nadie le gusta estar del lado de los “perdedores” y el día que tienes un tropiezo, eso es lo que eres ante los ojos de los demás.
Aquí es donde entra mi vena artística y te pregunto: ¿esa es la gente con la que quieres estar a lo largo de tu vida y en tus negocios?
Porque te digo algo, caerse es necesario, eso te permite aprender para no tropezar de nuevo, pero en lo que a mí respecta no quisiera tropezarme al lado alguien que, lejos de darme la mano para continuar, me va a dar el empujoncito final para pegar la jeta del asfalto.
Lo que quiero decirte con todo esto es que si eres un emprendedor ¡te felicito! Pero de igual manera te aconsejo que pienses bien a quien escoges, sobre todo si tus recursos para empezar no son los más amplios del mundo… podría resultar muy frustrante quedarte sin amigos, sin socios y sin negocio.
En esa etapa lo más recomendable es que pongas todo sobre papel, te planifiques y si es posible consulta con tu almohada y con un abogado lo que debes hacer para elegir a tus socios… Créeme, valdrá la pena no tomar esa decisión a la ligera.
Ni los amigos ni la familia deben ser socios. Lamentablemente no saben separar esa delgada línea de entender que negocio es negocio y amistad es amistad… Esto se parece a mi post: http://gordonesroo.com.ve/no-hacer-negocios-con-la-familia/
¡Excelente artículo!
¡Totalmente de acuerdo Roosevelt!