Muchas personas que conozco, bien sea personalmente o través de las redes sociales en las que me encuentro, viven obsesionadas con algo que, particularmente, me parece más un sueño que una realidad: la privacidad.
Es cierto que aunque la mayoría de nosotros no seamos personajes “importantes” o “influyentes” (término del que les hablaré en otro post) en el mundo 2.0 ni en la vida real, tenemos que tener claro algo: una vez que decidimos exponernos en internet es imposible tener privacidad.
Si tú que me estás leyendo tienes un complejo de divo, quieres estar en las redes y que nadie acceda a tu información, permíteme decirte que estás perdiendo tu tiempo.
Debo recordarte muy responsablemente, que no importa cuántos candados les pongas a tus cuentas, lo cierto es que con un poquito de rastreo y con los criterios de búsqueda correctos TODA tu información divulgada en internet puede ser encontrada y en los peores casos vulnerada.
No estoy queriendo decir que los parámetros de seguridad de las redes sociales no funcionan, lo que quiero que entiendas es que aunque los uses no significa que estás “oculto” en el mundo 2.0.
No está mal querer proteger algunos datos que consideres confidenciales, pero si lo que deseas es que NADIE pueda conseguirte, estás haciendo esfuerzos en vano.
Cuando decidimos exponernos en las redes sociales, bien sea por trabajo, curiosidad o simple diversión, debemos tener claro que nos estamos adentrando a una jungla digital que no tiene límites.
Dejamos de ser unos perfectos desconocidos para convertirnos en personajes públicos (algunos en mayor rango que otros) que queramos entender o no, bastaría con una búsqueda bien hecha en San Google para ser descubiertos.
¿Sabes cuánta gente mira lo que hacemos en internet? ¿Te has preguntado cuánto es el alcance de las publicaciones que haces en alguna red social?
Los que trabajamos en el área digital sabemos a lo que nos enfrentamos en la 2.0 y corremos el riesgo de la manera más controlada posible, pero sin olvidarnos que nuestra privacidad nunca más será tal.
Ahora bien, si la verdad es que no quieres que nadie sepa ni que existes, el mejor consejo que puedo darte es que ni por equivocación te atrevas a abrir un perfil en redes sociales, no envíes correos, ni mucho menos se te ocurra hacer una búsqueda de empleo digitalmente.
Estas cosas parecen sencillas de evitar pero ¿estás seguro que en esta era tan tecnológica puedas hacerlo?
Mi recomendación es que seas cuidadoso con lo que compartes, que no te obsesiones con ponerle candado a todas tus cuentas, sino más bien usa el sentido común (sí, se hizo para usarlo) y no hagas nada en internet de lo que puedas arrepentirte más tarde y que nunca más puedas eliminar del ciberespacio.
Existen muchos casos de jóvenes (y adultos tarados) que creyendo estar a salvo detrás de unos parámetros de privacidad han compartido cualquier cantidad de información comprometedora que luego ha sido totalmente vulnerada poniendo en riesgo su seguridad, la de sus familias, su reputación y en el peor de los casos hasta su integridad física.
Así que ya sabes, si te jactas de tu privacidad en internet, solo te puedo decir ¡olvídalo bebé!
¡Genial post! Sin duda alguna hay que ir con mucho cuidado en este tema… el que no la debe, ¡no la teme!
Para estar lejos de este mundo digital, creo que primero no deberíamos ni siquiera tener la partida de nacimiento, ser un ermitaño y no mantener vínculos con humanos. Se debe estar claro, que desde que nacemos y nos registran en un Organismo del Estado ya somos seres públicos, aunque no queramos y más aún cuando nos gusta el mundo digital, si tenemos que ser cuidadosos con lo que publicamos y lo qué decimos. Me encanta este artículo, gracias por aportar siempre tus conocimientos y puntos de vista.
Así es Aita, hoy en día contamos con suficientes mecanismos para mantenernos seguros incluso estando expuestos en los medios digitales, pero como simpre digo: Tiene que prevalecer el sentido común. ¡Gracias por leerme!